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lunes, 28 de mayo de 2007

Memoria motora, memoria histórica

Cuando pasé el pincel por la manta me pegó de pronto una oleada de familiaridad. Estas manos han estado aquí antes, en otra sala y dibujando otras letras, pero crispadas por la misma emoción de estar escribiendo una partecita de la historia, pequeña y resistente, pero historia al fin.

Me inclino sobre el piso a continuar la tarea y mis piernas recuerdan los años en que corrieron para escapar de la macana policial. Mis ojos, que ahora examinan nuestro manifiesto, han resistido la embestida del gas lacrimógeno y han llorado de emoción al ver nuestras luchas vencer.

Una vez más mis piés recorrerán el asfalto con paso firme y prestaré oídos sordos a quienes tildan de adolecentes los ideales. Porque aunque tenga las manos llenas de preguntas tengo la certeza de que mi espíritu se habrá quebrado el día que me gane la indiferencia.

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