Está lloviendo en mi país, por las calles corren ríos de entusiasmo y cada parque es escenario de maromeras y cuenta cuentos que no se cansan de buscarle otro final al mismo cuento. El repiqueteo ensordecedor de las gotas le taladra la cabeza a los maquiavelos del castillo azul que perdieron el control remoto que apaga las nubes. A Talamanca y Rey Curré ya les sangran los pies de bailar la danza de la lluvia.
Está lloviendo en mi país y los caños se desbordan de violencia policial y corrupción. Ya no hay cloaca que contenga el torrente de inmundicia que circula entre las sienes de los auto-proclamados presidenciables. Cobijados bajo el tufo impune estructural su olorcillo rancio se confunde entre el mar de alimañas locales.
Está lloviendo en mi país y los ríos de entusiasmo y los ríos de inmundicia buscan mar desde ambos lados de una misma cordillera. Y cuando pase la tormenta: ¿cómo se siembra sobre terreno lavado?
Está lloviendo en mi país y los caños se desbordan de violencia policial y corrupción. Ya no hay cloaca que contenga el torrente de inmundicia que circula entre las sienes de los auto-proclamados presidenciables. Cobijados bajo el tufo impune estructural su olorcillo rancio se confunde entre el mar de alimañas locales.
Está lloviendo en mi país y los ríos de entusiasmo y los ríos de inmundicia buscan mar desde ambos lados de una misma cordillera. Y cuando pase la tormenta: ¿cómo se siembra sobre terreno lavado?