CLICK HERE FOR THOUSANDS OF FREE BLOGGER TEMPLATES »

viernes, 23 de marzo de 2007

lebeloka

Anoche me sumieron en trance las bellas tel tambor. La percusión siempre me ha llamado, cada golpe me genera ecos bajo la piel y conforme avanza la canción se asoma detrás de mis pupilas el inconciente colectivo tribal. El viento meciendo los árboles de la Sabana, yo con la sonrisota pintada en la boca y vos con esa cara de tarro que decidí ignorar el resto de la noche. Porque por más que lo intentaste lo lamento, no tuviste suficiente mala vibra para contrarestar a las diosas caribeñas. Así que me fui a bailar con el resto de la tribu urbana que se apelotó frente a la tarima para escuchar más de cerca las indicaciones que aunque no comprendíamos estábamos dispuestos a seguir.

Y el airecillo nocturno me olió a Buenos Aires, a una murga uruguaya tocando en la costanera sur, apenas escapándose de los puestos de bondiola y choripan. Anoche en medio del zacate sentí que la fuerza de la tierra me subía por las venas y se me hacía savia la sangre. Cerré los ojos, dejé que la música jugara con mi cuerpo y me tiré a la hoguera del candombe.

lunes, 19 de marzo de 2007

la canción de las noches perdidas

Ahí está, sentada en la repisa la botella que vos y yo ya no vamos a poder tomarnos. Y a mi que me gusta tanto como choca el hielo contra los vasos, como se tiñen de ambar. Pero resultó que no sos tan ágil en ese arte de mantener el equilibrio al borde del precipicio y por eso ya no podremos terminarnos ese trago que nunca logramos empezar. Me cuesta tanto prohibirte hacer las mismas cosas que hago yo, me cuesta tanto no reirme a carcajadas cuando te veo... lo confieso, las comisuras de mi boca casi siempre tienen vida propia. Yo que siempre defendí el derecho que tenías de caminar a contravía hoy me encuentro pidiéndote a gritos con los ojos que des media vuelta porque no encuentro el valor para sentarme a ver como te atropella la vida. No me da la voluntad para obligarme a pronunciar en voz alta el maleficio, así que por el momento seguiré jugando a que no es en serio, a que los reflejos sí te dan para esquivar los golpes, hasta que el corazón me de para verte del tamaño que realmente sos.

martes, 13 de marzo de 2007

thin ice

Colocás con cuidado la punta del pie, pero es inevitable, escuchás ese familiar crujido que emite el hielo cuando se quiebra. Te recorre la espalda una sensación fría mientras sentís que el otro pie se resbala y vas perdiendo el escaso equilibrio que habías alcanzado. Y no importa si no te movés, el simple peso de tu cuerpo es suficiente para cavar el hueco que será tu tumba. Apretás los dientes y con cada ráfaga de viento helado que te araña la piel tratás de mantener la cordura, pero el pánico se va apoderando progresivamente de vos. No sabés como llegaste hasta acá, no podés pensar ni ver la salida.