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miércoles, 25 de julio de 2007

Sin city

Doblás en la esquina y cuando parás en el kioskito a comprarte medio paquete de blancos Sabina te canta al oído unos versos en lunfardo y te das cuenta de que estás en Buenos Aires. Sin lugar a dudas esta ciudad es mi perdición. Viste? En el maremoto de mates amargos, amores dulces y litros de vino, siento como la sopa alcohólica de mi memoria se va olvidando progresivamente del resto del mundo. Puta, cómo me dolés en la piel cada vez que te dejo, cómo se me instala la nostalgia en medio de los pulmones. Tal vez por eso fumo desesperadamente, tratando de sacarme la necesidad imperiosa de cebarme unos matecitos antes de internarme en el mercadito de palabras que Cortázar, Borges y Shua dejaron regadas en el parque Rivadavia.