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martes, 26 de junio de 2007

café

Tengo ganas de vos, de tomar café por horas en La Verbena, de bordear la línea sin cruzarla. Te miro y no puedo evitar la sonrisa cómplice ni el tono de voz.

domingo, 24 de junio de 2007

Distancia

Entre vos y yo se ha abierto una distancia. No sé si la marea me jaló muy fuerte o si se te cansaron los brazos, pero la verdad es que ya no vemos la costa desde el mismo lugar. A veces siento que cerramos los ojos y nos hablamos a gritos sobre la oleada jugando a que estamos todavía en la orilla de la playa, pero las horas no pasan en vano y mientras la luna siga rigiendo las mareas quizás vos y yo nos sigamos alejando.
Tal vez no sea malo. A vos siempre te gustó estar quieta en el agua y yo siempre quise jugar bola en la arena y al final por estar juntas nos quedamos en el medio, vos con el agua apenas hasta los tobillos y yo muy lejos de la playa para patear la bola.

martes, 19 de junio de 2007

La campaña del Beso

Como si estuviéramos en otro país salimos a la calle a darnos besos, así, en público. Una turba de lesbianas, tortilleras, homosexuales, gays, trans y bugas amigables cansados de que a sus amigas las echen de los bares por pegarse los besos. Los números fueron nuestro escudo, porque casi nadie se atreve a pelearse con 80 personas al mismo tiempo. Nos aplaudieron y nos insultaron, pero la noche fue nuestra y por algunas horas en este pequeño país de lo improbable recuperamos la dignidad que nos quita la gente ignorante cuando nos obliga a encerrarnos en el closet con música al que le llamamos "ambiente". Algún día cuando acomodemos los cajones de la memoria desempolvaremos esta noche y sonreiremos, con suerte hasta nos reiremos de pensar en aquellos momentos absurdos de la historia en que a las personas les producía tanto miedo dejar que la gente se quiera en paz.

jueves, 14 de junio de 2007

Ensille y móntese de vuelta

Si se le puso chúcara la mula y la botó al barro levántese de un brinco y móntese de vuelta que la vida no se acaba y lo que no nos mata nos hace más fuertes. Eso sí, tómese un par de segundos para maldecir a la mula, al camino o al primo de su abuela que le puso mal la silla para empezar. Tenga claro una cosa: usted no tiene la culpa. Todas las personas en todas las partes del mundo se han caído de la mula alguna vez. Lo que importa es levantarse. Revise las correas y si hace falta amárrese a esa hijueputa mula para que a la vida le quede claro de una vez por todas que usted llegó para quedarse y que no hay barro suficiente en este mundo para que usted renuncie.