CLICK HERE FOR THOUSANDS OF FREE BLOGGER TEMPLATES »

jueves, 26 de abril de 2007

Me-me-me

A petición popular de mi fuente favorita, conjuro a los indeseables:

1. Un libro que me aburrió...

El péndulo de Foucault, de Umberto Eco.
Terminar este libro fue un verdadero acto de disciplina, porque el estimado Eco amasó en la primera parte mucho más pan del que le cabía en el horno, lo cual tiene como resultado que conforme una avanza en el libro tiene la sensación de estar masticando masa cruda.


2. Una peli que no terminé...

El Paciente Inglés, con Ralph Fiennes.
Evidentemente no soy ni inglesa ni paciente, porque he comenzado a ver esta cinta al menos 7 veces y en ninguna ocasión he logrado pasar de los primeros 30 minutos. Insomnes del mundo: he encontrado su cura, el sueño profundo está ahora al alcance de sus manos, solicite una copia en su video más cercano, llame YA!


3. Una canción o grupo que detesto...

La presea se la llevan TODOS los "cantantes" de música cristiana. Entiéndanlo de una vez: NO me interesa oir su aberrante discurso, no me interesa oirlo ni en reggeatón, ni en salsa ni en merengue. Mención especial también para aquellas emisoras de radio que se dedican a difundir esta porquería.


4. Un anuncio que me convenció de no comprar el producto...

Clight: "Cada caloría que ganas es una mirada que pierdes"
Este es, sin lugar a dudas, el lema anoréxico por excelencia. Me enferma. La comida es placer y el que quiera un saco de huesos que compre carcasa en el mercado.


5. Un personaje público a quien muchos admiran (y no sé por qué)...


Ottón Solís. El tipo es un conservador, moralista, misógino y adultocéntrico que además fue Ministro de Economía durante la época de los PAE. Es un ególatra oportunista que se salió de las filas liberacionistas con el único propósito de figurar. Cómo y por qué este oligarca es el candidato del PAC en lugar de Epsy Campbell es un misterio para mí.

Bueno, la verdad resulta catártico el ejercicio y como soy un poco nueva en la blogosfera le paso el MEME a Kasiopea, para devolverle la visita.


martes, 24 de abril de 2007

Las chicas siempre seremos chicas

Después de un fin de semana rodeada de opciones recreativas que NO PUDE aprovechar he sacado las siguientes conclusiones:

1. Un muchacho israelí descomunalmente guapo es todo lo que se necesita para que las lesbianas feministas más radicalmente comprometidas de este país peguen un salto cuántico de vuelta a la acera heterosexual.

2. El tema del que más hablan las mujeres que hacen dieta es: cuál postre se van a comer

3. Algunas mujeres están mucho más dispuestas a compartir babas y bacterias que espacio físico, por ende, pegan el grito al cielo si se sugiere compartir cama, pero beben todas de la misma botella y se meten juntas al jacuzzi sin ningún reparo.

lunes, 16 de abril de 2007

Fantasmas urbanos

Se para en la esquina mordisqueándose nerviosamente las uñas, mientras sus ojillos furtivos saltan de izquierda a derecha. Da tres pasitos cortos y repentinamente se lanza a correr esquivando con arte el tránsito inclemente de la avenida segunda. Como si ejecutara una coreografía de danza moderna, la protagonista gira, brinca y aterriza sana y salva en la acera con un demi-plié urbano algo carente de métrica. Y sonríe. Bueno, más bien se le pinta en la cara una mueca acompañada de sonidos guturales entrecortados que una debe asumir son su versión de la risa.

Tiene pedacitos de comida enredados en la ropa y el pelo, junto con el confeti del avenidazo del año pasado. La piel no se le quema, porque ha adoptado el mecanismo animal de cubrirla con polvo y barro para espantar los bichos que revolotean alrededor suyo. Lo que algua vez fue un delantal le cuelga de la cintura, cumpliendo la doble función de sostenerle la enagua y ser el baúl donde guarda los tesoros preciados que colecciona: envolturas de morenito, carruchas de hilo vacías y pedacitos de manila.

Ella es uno de los fantasmas urbanos de la capital; es de carne y hueso, pero como nadie le habla ni la mira a los ojos, con el tiempo se ha vuelto invisible. La gente no la determina..pero no puede evitar sentir su presencia. Entonces cruzan la calle, cambian de acera y quitan la mirada aferrados a la esperanza de que si lo intentan lo suficiente podrán dejar de verla.

Cuando cae la noche y se asoma el sereno, ella llega a su cama de cartón y se envuelve en los periódicos de la semana anterior. Durante la noché buscará entre sus sueños el recuerdo de los días tibios en que aún no había comprado tiquete a la tierra del olvido.


miércoles, 11 de abril de 2007

las expensas

Resulta que un día decidís empacar la lora, las fotos y los cuatro trapos que tenés y mudarte de vuelta a Costa Rica. Como sos un poquillo atarantada decidís hacer esto en la misma semana en que tenés exámenes de Economía Política de la Innovación Tecnológica y Estadística Inferencial Aplicada. Sí, justo en esa semana en que además tenés que pedir todas las constancias de que estuviste cursando una maestría, para que no se borre el rastro tuyo como se borran los dibujitos que hacés en el espejo por las mañanas cuando el vapor lo empaña. Entre la lista interminable de trámites y maletas sacaste el tiempo para ir al banco y depositarle a tu casero los pinches 200 dólares de sus expensas. Expensas es un rubro del mundo de los alquileres que solo existe en Argentina.

En fin, que vos fuiste y pagaste las benditas expensas y cuando ya tenías guardada la mitad de tu vida en tres maletas tuviste también el cuidado de hacer un folder donde pusiste este importantísimo comprobante junto con las garantías del televisor y la cocina que le dejaste a la chica de Costa Rica a quien le vendiste hasta el último de tus muebles. Cuando te devolviste a tu feliz pais hablaste con esta chica varias veces explicándole cada detalle que ocuparía saber para moverse con comodidad en Buenos Aires, incluyendo instrucciones claras con respecto al folder en cuestión.

Pero cuando la chica aterrizó en Buenos Aires y entró a tu antiguo apartamento previamente amueblado, su primera brillante idea fue botar a la basura el folder con todas las garantías y, sí, el recibo de pago de las expensas que tendría que haber llegado a manos de tu casero. Así que ahora, tres meses después, ese hombre dulce y agradable que te alquilaba un apartamento en Corrientes y Callao se ha transformado en un dragón que escupe fuego desde sus entrañas y te acusa de haberlo estafado porque vos no tenés el papelito que comprueba que sí le pagaste sus putas expensas.

viernes, 6 de abril de 2007

verde, que te quiero verde

Cuenta la leyenda que en las montañas del vecino país Cartago está el árbol de los mil años. Si a una le puede más la curiosidad que el frío de las 7 de la madrugada, puede llegar caminando en medio de la niebla hasta donde se encuentra y entre vuelos de quetzales mirar embobada raíces que son más profundas que la amnesia histórica de nuestros gobernantes. El árbol de los mil años tiene una cuevita, donde una cabe de pie si no es muy alta, también puede sentarse y si escucha con cuidado oye a las hadas entre las sombras de los rincones. Luego, una se sube al balconcito y se abraza a ese olor a fresco y respira hondo para que le llegue buen aire a sus pulmones tabaqueros. Si está pegando fuerte el viento también se oye cantar el tronco, con ese crujido añejo que tienen los barcos fantasma de García Márquez.

Cuando una regresa a la tierra, se acuerda con nostalgia que una vez su país también fue verde, todo verde, pero como a mucha gente el único verde que le gusta es el de los billetes, el verde musgo, el verde hojita y el verde quetzal les sale sobrando.

Luego me senté a tomarme una aguadulce bien caliente y mientras intentaba no quemarme la boca se me acercó un colibrí que entre nerviosos aleteos me recomendó visitar el otro lado del mundo: la Limona. Había pronóstico de temporales y como a mi la piel siempre me pide lluvia brinqué al volante del primer carro que conseguí para pasar el Braulio. Aunque no llegara a ninguna parte, valdría la pena ese camino, solo por manejar en medio de ese tunel de líquenes, de esos árboles que se doblan cargaditos de hojas, como si quisieran tragarse la carretera.



Por fin, el agua. Sentada en una lancha apenas una cuarta sobre el nivel del mar se bambolea perezoso y contento mi corazón de zacate. No llevo capa, solo una sonrisota insistente me cubre de la lluvia. Me siento en medio de una ópera mojada, con intermedios de sol que preparan la piel para que vuelva a sentir las gotas agudas de la segunda parte. El remo es como un tambor, que corta los canales con su staccato.